martes, 11 de agosto de 2009

¿Somos los hombres producto de la creación!


Cierto domingo, descansando plácidamente, tocaron a mi puerta. Era un par de personas que con libro en mano me invitaron a leer la palabra de Dios y cómo poder salvarme del Armagedón. —Dios creó al hombre— a su imagen y semejanza. Y le dio poder sobre todas la criaturas para su beneficio.
Sólo Respondí con un fragmento tomado del libro El origen del hombre de Charles Darwin. Y puse; como decía el chavo del ocho, “sin querer queriendo” a pelear libro contra libro.

“Al hombre se le puede disculpar que experimente cierto orgullo por haber escalado, aunque no con su esfuerzo, la cúspide de la jerarquía orgánica. Por otra parte, el hecho de que haya ascendido a dicho puesto, de que no se encontrase en él desde un buen principio, le permite concebir esperanzas de alcanzar en un futuro lejano objetivos aún más encumbrados. Pero lo que ahora importa no son las esperanzas ni los temores, sino solamente la verdad, en la medida en que nuestra razón nos permita desvelarla. He procurado presentar las pruebas recogidas lo mejor que he sabido, y en mi opinión, resulta forzoso reconocer que el hombre, a pesar de las nobles cualidades que le adornan, de la compasión que muestra hacia los más menesterosos, de su bondad no sólo para con los otros hombres, sino también para con las criaturas más insignificantes, de su intelecto divino y de que ha llegado a elucidar los movimientos y constitución del sistema solar, a pesar de todo ello, digo, el hombre aún lleva impresa en su estructura corpórea la huella indeleble de su humilde origen”

Para la religión existe la fe, para la ciencia, la demostración de los hechos. Cada uno tiene su versión, yo prefiero la de la ciencia. Que me invita a dudar y comprobar su explicación.
Joaquín Sabina canta: que el diccionario detenga las balas. Yo, modestamente añadiría, para este caso: que la ciencia combata los dogmas.

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