martes, 24 de noviembre de 2009

Yo Divulgador...


Hay una lágrima en el fondo del rio, de los desesperados
Adán y Eva no se adaptan al frio, llueve sobre mojado,
Blablablablabla, blabla, ya no sabe a pecado.

Fito Páez, Llueve sobre mojado (1998)

William James solía predicar la «voluntad de creer». Yo, por
mi parte, quisiera predicar la «voluntad de dudar»… Lo que se
persigue no es la voluntad de creer, sino el deseo de descubrir,
que es exactamente lo opuesto.

Bertrand Russell, Sceptical Essays (1928)

En el mundo en que actualmente nos encontramos caminando, se le añaden otras de las funciones básicas del metabolismo, respirar, comer, defecar, fornicar. Todas y cada una de ellas las hacemos desde hace varios miles de años, sin reparar en la manera de hacerlas. Con el gran paso evolutivo que nos conforma como especie, viene el aumento de la masa cerebral, y en consecuencia una mayor actividad mental. Es en este punto de la evolución cuando comenzamos a generar una cultura. Se inicia tratando de entender los fenómenos que nos rodean, como la salida y puesta del sol, la comprensión y utilización de los recursos naturales y la justificación a los fenómenos ambientales.
El surgimiento de la religión aparece en nuestras vidas como el medio más idóneo para el esclarecimiento de muchas de las cosas que no pueden entenderse, entonces muchas sociedades asumían estar en manos de un Dios o Dioses todopoderosos y depender de sus designios, y en algunas ocasiones, de sus caprichos. Para entender al mundo, un dios había creado al mundo, al sol, a las estrellas, a los seres vivos, y al final al hombre, como la cúspide de la creación y su mayor obra (según la Biblia). Sin embargo había que justificar no solo la razón de haber sido desprotegidos; de carecer de pelo que nos cubriera del frio, de haber sido dotados de gran velocidad para escapar de los depredadores, o de no poder sintetizar venenos para nuestra protección, sino también de la capacidad para dudar, pensar y actuar de manera libre. En el libro del Génesis, en particular el apartado 2:17 dice: “…mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” dos cosas importantes separaban al hombre (y mujer) de Dios, la primera era el conocimiento y la segunda la vida eterna. Dios expulsó a Adán y a Eva del Edén, para que evitaran comer del árbol de la vida, y por consecuencia ser iguales a él. Al encontrarse desprotegidos, desarrollaron la técnica, construyeron herramientas que les ayudarían a sobrevivir, en consecuencia, se fue recabando información de cómo hacer qué cosa, es decir acumularon conocimiento, que después se llamó ciencia.
La ciencia ha sido durante largos años la respuesta y el medio para adaptarnos a este mundo. Con la ciencia nos mantenemos protegidos, el conocimiento produjo la elaboración de chozas, para guarecernos de las inclemencias del tiempo, con el conocimiento acerca de plantas y suelos, se desarrollo la agricultura, el conocimiento sobre animales condujo a la ganadería. Ahora en pleno siglo XXI, tenemos automóviles que se desplazan con combustibles fósiles, desarrollados a partir del conocimiento sobre estos. Se producen vacunas y medicamentos para combatir enfermedades. Conocemos cómo funciona la vida, cómo se desarrolla y cómo evoluciona, y también, tratamos de frenar el cambio climático, con ayuda del conocimiento que una vez nos comenzó a llevar a él.
¿Quién desarrolla ese cumulo de conocimientos? Los investigadores científicos. ¿Quién difunde ese conocimiento? Los divulgadores científicos. Eso plantea una pregunta necesaria, y que quizá debía haber aparecido al principio de este ensayo. ¿Por qué estamos aquí? Y me refiero a los divulgadores en general pero especialmente a lo discípulos del diplomado de divulgación de la ciencia (DGDC- UNAM) que no sólo nos conformamos con querer divulgar la ciencia, sino que tambien nos preparamos para eso, tomando clases y entendiendo la teoria de la divulgación de la ciencia. Quizá porque buscamos entender un poco más cómo se desarrolla esta disciplina. Primero, se desarrolla gracias a que hay recursos, pocos o muchos, depende de la región, pero necesariamente pagando por la sociedad. Los investigadores científicos, reciben una paga por hacer ciencia, espero que los divulgadores reciban también una buena rebanada del pastel, si no, para qué estamos aquí.
Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza también le negó el privilegio de dudar, por lo tanto de pensar, gracias a una serpiente y a Eva es que hemos dejado de tener los ojos cerrados. Dice el Génesis 3:7 “…entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos” ¿Qué habría sido del hombre (y mujer) si hubieran comido del árbol de la vida? Quizá la ciencia nunca se hubiera generado, pues no habría la necesidad de acumular conocimiento, ¿para qué si no había la necesidad de sobrevivir?
Aun en estos días, seguimos en busca de ese árbol. El de la vida, ¿cómo? Haciendo ciencia. Es por eso que es tan importante. Por si esto no fuera suficiente. Les pagamos a los investigadores por generar conocimiento (ojalá se pagara más) y se les reconociera más a los divulgadores. Tratamos de matar día con día al Dios tirano que nos negó el conocimiento. Como es inmortal, nos conformamos con ser como él. Buscando a diario el árbol de la vida, comiendo todos los días del árbol del conocimiento. Un investigador es el que cultiva los frutos, el divulgador lleva esos frutos al vulgo. Tanto peca el que corta la manzana como el que la distribuye. Yo pecador, (divulgador) me confieso.

martes, 17 de noviembre de 2009

El origen de la vocación


Hace unos años cuando aun estudiaba la carrera, una mujer se me acerco a preguntarme qué estudiaba, la respuesta fue certera, — biología — conteste. Mi respuesta no fue dudosa, pues estaba tan seguro de lo que estaba estudiando, que para mí, no había dudas, el problema su suscitó cuando ella inmediatamente lanzó la segunda pregunta. ¿Y eso qué es? Al parecer, yo sabía qué era, pero me resulto un tanto difícil tratar de explicarlo, (no hay libros que lo expliquen claramente y mucho menos que digan como explicarlo). ¿Dónde vas a trabajar? Fue la tercera pregunta, nuevamente titubee y por temor a que pensara que ni siquiera yo sabía lo que estaba haciendo, comencé a dar una serie de respuestas que aun pienso que la dejaron mas confundida de lo que pudo estar en un principio, el problema más grave fue cuando me di cuenta que no sabía cómo explicar lo que era, a qué me dedicaba, o a qué me dedicaría en el futuro. Pudo haber resultado fácil decir que un biólogo es aquel que trabaja en un laboratorio, y quizá ella pudo haber pensado que el trabajo se reducía a análisis clínicos o químicos. Pude también haber dicho que un biólogo es aquel que estudia a los animales, entonces ella lo habría relacionado con la veterinaria. Otra opción sería decir que los biólogos son los que estudian las plantas, como un agrónomo o un jardinero. O alguien que hace secuencias de ADN o realiza estudios de impacto ambiental. (a veces esas frases confunden más de lo que se pretende). Cualquier respuesta que hubiese dado en ese momento, no dejaría a ninguno de los dos completamente satisfechos. Ella con una escolaridad básica y yo con una licenciatura a punto de terminar resultó ser el impedimento para una explicación clara. Me sentí vacio por un momento. Cómo era posible que no pudiese describir mi profesión. A partir de ese momento descubrí mi vocación, la divulgación de la ciencia. Ella se retiro deseándome suerte y yo con una interrogante ¿Qué es un biólogo? Luego de esa pregunta me surgió otra y luego otra, y así han venido surgiendo nuevas como ¿Qué es la biología?, ¿Qué es la ciencia?, ¿Qué hace un científico? Y muchas más. Mi formación como divulgador de la ciencia tiene ese origen y desde aquel día trato de explicar y explicarme con palabras sencillas, de manera amena y con sencillez, qué es la ciencia, en su conjunto y de manera específica. El lunes pasado falleció aquella mujer. Este es un homenaje a la mujer que me ayudo a encontrar mi vocación. Una mujer sencilla que me brindó una charla de calle, de esas de cinco minutos que marcan por un buen rato, me hubiera gustado responder claramente a sus preguntas. Por ahora solo puedo responder… sigo intentando encontrar la respuesta.

martes, 10 de noviembre de 2009

Científica, divulgadora y modelo.


La semana pasada estuve en la ciudad de Puebla, México, en La Ciudad de las Ideas. Una reunión con científicos, filósofos, líderes de opinión y artistas, personas que con sus ideas están cambiando al mundo. Todas las presentaciones magnificas, pero una en particular, única en su género, la doctora en física Deborah Berrebichez hablando de divulgación de la ciencia, el tema: las ondas. “Las ondas son perturbaciones que viajan de un lugar a otro a través de un medio”. Un artículo del periódico Excélsior, toma la nota y decide titularla: Ciencia y belleza convergen en ella, inicia formulando la pregunta: ¿por qué hay pocas mujeres científicas en el mundo? Lo cierto es que si hay mujeres científicas y el número es grande. Pero lo importante de la ponencia de la doctora Berebichez es que la divulgación de la ciencia es para los públicos no científicos, demasiado importante. Muy al estilo de un divulgador, su ponencia abordó el tema de las ondas, qué son, cuáles son sus características y propiedades, cómo se clasifican, y dónde podemos observarlas; como en el horno de microondas o las olas del mar, la ponencia, cautivó al público, no solo por quien la dictaba, sino porque aborda un tema con el que estamos en contacto todo el tiempo. Para ser un buen divulgador, es necesario conocer el tema y la doctora Deborah demostró ser experta al hablar de las ondas, “¿Qué buena onda?” al termino de su presentación me atreví a solicitarle una entrevista para saber más acerca de su trabajo y su vocación, además de sus gustos sus pasatiempos y su trabajo de medio tiempo, la doctora en Física es también modelo, una mujer multifacética. La ciencia una vez mas demuestra que los científicos no son gente atada a un laboratorio, sino personas con una vida más allá de los microscopios o las ecuaciones, personas entregadas a la ciencia y que además son como todos, con aficiones y pasatiempos.

En horabuena doctora y gusto en conocerle.

Foto: Octavio Hernández. Puebla. México.

martes, 3 de noviembre de 2009

Los simuladores, virus y bacterias


Una de las series que he estado siguiendo estos últimos meses es la adaptación mexicana Los Simuladoresde la serie argentina del mismo nombre. Cuatro individuos encargados de resolver problemas domésticos muy al estilo de misión imposible. Cada individuo trabaja según sus habilidades para resolver cosas que parecieran imposibles, desde una reconciliación amorosa, hasta dar una lección a estafadores. En el capítulo que sale hoy martes, por canal 5 de Televisa, aparece una introducción, donde en una tienda de la cadena Office Depot (¿cuánto costara esa publicidad?) los simuladores tendrán que crear las condiciones para que un empleado le declare su amor a una secretaria, “lo que hay que hacer para cumplir las leyes de la naturaleza”. Para este operativo se simula una condición de infección. El pretexto: un mensajero lleva un paquete a una de las oficinas, en su trayecto tiene contacto con las dos víctimas, el mensajero ha sido infectado con alguna sustancia que provoca graves daños a la salud. Aquí va la primera incongruencia. “El mensajero fue internado hace unos minutos por un cuadro severo de infección, producido probablemente por el virus Bacillus anthracis, mejor conocido como ántrax” (se puede escuchar antracius) en voz de Vargas, e inmediatamente después López otro de los personajes dice: “…este virus, necesariamente mortal es introducido a nuestro país…” dos veces en menos de 5 minutos la palabra VIRUS es relacionada con una bacteria, mientras sea una serie de ficción (ojo, nunca dije ficción científica) el problema no resulta tan grave, el problema real surge cuando no somos capaces de diferenciar un virus de una bacteria en la vida real, tal caso ocurrió con la gripe A H1N1, mientras la información era bombardeada por los medios, la mayoría de la población no sabía si se trataba de un virus o una bacteria, y resultaba fácil decir que la enfermedad la causaba una bacteria, cuando en realidad se trataba de un virus. ¿Qué quiso decir López con “necesariamente mortal”? Más adelante se menciona que se trata de una bacteria, lo que provoca que se trate de igual manera a los virus y a las bacterias. Es común encontrarse en los programas de televisión y en el cine, este tipo de problemas, pues la importancia no recae en la información tratada sino en el resto del argumento. El espectador puede pensar que el ántrax es un virus y que la gripe A es causada por una bacteria. Hace falta que en este tipo de programas un experto dé el visto bueno, después de todo los espectadores merecemos información verdadera aunque se trate de una serie de ficción. Es ahí donde los divulgadores de la ciencia podemos encontrar empleo, cuando la ciencia se tome en serio y no como un mero recurso que puede utilizarse creyendo que no causa daño la manera en cómo se utiliza, es posible que nos eduquemos en un ambiente de conocimiento científico. El solo hecho de cambiar la palabra virus por bacteria significa únicamente cambiar una palabra bisílaba por una trisílaba las dos siguen siendo graves, y su errónea utilización, más.