martes, 23 de junio de 2009

Ciencia y humanismo


A ver, vamos a verlo con más cuidado —se decía el joven pensativo. Supongamos que puedo correr tan rápido como se me antojara. Supongamos que corro tan rápido que al encender mi lámpara sorda me muevo junto con la luz que sale de ella, exactamente a su velocidad. Luz y yo viajamos juntos. ¿Qué es lo que veo? ¿Cómo se ve la luz cuando viaja uno junto con ella?...
¡Qué ocurrencia, viajar junto a la luz! Una situación tan cotidiana como correr, llevada a velocidades que solo la imaginación nos puede permitir, desdeñar por un rato a la “realidad” y después retarla a que llegue hasta allá, a ese punto alcanzado con la mente. Así era el espíritu del científico más renombrado de los últimos tiempos, Albert Einstein, aquel físico alemán quien aseguraba que “en los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
La imaginación es la facultad del pensamiento que crea escenarios mediante el acoplamiento mental de eventos que la realidad no reúne comúnmente, es esa asociación de ideas que goza de la libertad de no tener necesariamente un sentido obvio.
Y es que basta con echar un ojo a la historia de la ciencia para entender a que se refería Einstein con esa frase. Cuantos casos hay de investigadores que, sorprendidos por el ocio de sus mentes, llegaron a conjeturas trascendentales para el desarrollo de sus disciplinas. El químico August Kekule (1829- 1895), por ejemplo, al quedar dormido mientras contemplaba las llamas de su chimenea, soñó una serpiente de fuego que devoraba su propia cola, visión onírica que le sugirió la estructura hexagonal del añillo de benceno.
Así pues, la imaginación ha sido esa chispa generadora de ideas para la ciencia. Pero además de ser un generador de hipótesis y teorías, qué otros asuntos deben dejarse al alcance de la imaginación en el ámbito científico. Imaginación para crear nuevas formas de comunicación, difusión y autocritica, imaginación para regenerar los vínculos entre la ciencia y el resto de las áreas el conocimiento humano, e imaginación para develar los compromisos que tiene este conocimiento científico con la sociedad.
Ciencia y humanismo por ejemplo son dos conceptos cuya relación resulta antagónica la mayoría de las veces debido a que históricamente el desarrollo científico ha sido un privilegio y no un bien común. Sin embargo, algo nos dicta que es posible hacer ciencia sin dejar de tener presente el humanismo y entonces, desde el terreno de la imaginación llegan las hipótesis. Tal vez es que son humanos quienes finalmente hacen esta búsqueda de la verdad, tal vez es que imaginamos a la práctica científica simplemente como la entusiasta entrega a la curiosidad humana y no como ese talento cautivo del afán de dominación, o tal vez es que, como dijo Einstein, el individuo con su existencia breve y frágil, solo puede encontrarle sentido a la vida por su actuación sobre la sociedad. Ciencia y humanismo guardan alguna relación sinérgica que la realidad aun no alcanza a representar, pero la imaginación ya puede concebir.
Así pues demos espacio- tiempo- espacio a este desenfado intelectual llamado imaginación, para que nuestros conocimientos sobre ciencia y humanismo nos permitan descubrir nuevas formas de interacción entre estas dos vocaciones humanas.

Oscar Molina

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"la duda es la madre de la invención"

Octavio Hernández dijo...

Saludos Anónimo. Me hubiese gustado que dejaras tu nombre para saber quién nos visita y dirigirnos menos impersonalmente. Pues sí, la invención o descubrimientos tienen a menudo un origen llamado duda, pero en este proceso también interviene el pensamiento, citando a Descartes: dudo, luego pienso, entonces existo. Así es como a menudo funciona la ciencia.